Millones de personas viajaban en el metro de aquella ciudad cada año, miles a la semana y aquel día viajaban cientos pero a ella le parecieron muchísimos más.
Se sentía sola, perdida y un poco aturdida entre los tuneles que llevaban a cada vagón.
El sonido de los tacones de las mujeres que iban con prisa, los empujones de los hombres que no llegaban a trabajar, los gritos de los niños que no querían soltar la mano de su madre para no perderse, la megafonía que era aguda y llegaba a ser chocante en algunos momentos, los grandes posters publicitarios sobre productos para adelgazar o compañías de seguros que te arreglarían la vida pero que en realidad la emporan...
No había nada que la pudiera tranquilizar en aquel tumúlto de gente nerviosa : ¡ Estaba en la capital del país del estrés !
Quería cojer el primer vagon que encontrara y salir de allí antes de contagiarse, pero entonces lo escuchó.
Era la melodía más bonita que jamás había escuchado y quiso saber de donde provenía pero lo vió imposible entre tanta gente. Entonces se armó de valor y decidió no irse de allí sin averiguar quien tocaba así.
Empezo a darse empujones con la gente, a gritar, se sentía diminuta pero llegó a aquella esquina que unía los tuneles de la linea central con la linea norte y allí lo encontró; un chico de unos 18 años con una dulce mirada como carta de presentación y una guitarra a la que le faltaban varias cuerdas como compañera.
Ella se quedó mirándolo fijamente y tras echarle unas monedas en su gorro decidió quedarse allí durante todo el día, sumergirse en su mirada celeste y soñar despierta escuchando todas y cada una de sus canciones.
Se llevo varios codazos y pisotones para llegar hasta allí pero mereció la pena (:
2 comentarios:
Yo habría hecho lo mismo =)
Preciosísimo relato!
una vida sin mi puede inspirar mucho, y creo que esto es prueba de ello... me equivoco? ^^ es precioso (L)
Publicar un comentario
Dame un pequeño susurro